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Educación en Chile: desafíos y oportunidades

El último informe de la OCDE vuelve a poner sobre la mesa una paradoja incómoda para nuestro país, ya que Chile destina una fracción importante de su PIB a educación — más incluso que algunos países europeos —, pero los resultados de aprendizaje siguen estancados. Según la medición PISA 2022, nuestros estudiantes de 15 años obtuvieron en matemáticas 412 puntos, muy por debajo del promedio OCDE (472) y a más de cien puntos de los líderes mundiales como Singapur o Japón. En lectura y ciencias, la historia no cambia: 448 y 444 puntos respectivamente, frente a promedios que superan los 475.

Las cifras revelan un problema estructural para nuestro sistema educativo. Solo un 44% de los estudiantes chilenos logra el nivel mínimo de competencia en matemáticas, mientras que en los países de la OCDE ese porcentaje llega al 69%. Peor aún, apenas el 1% alcanza niveles de excelencia, cuando el promedio mundial bordea el 9%. En resumen, en comparación con los países más exitosos en orden mundial, aún nos encontramos en la segunda división.

Uno de los problemas más importantes es el desequilibrio en el gasto. Chile dedica una proporción desmedida de recursos a la educación terciaria, donde también participan actores privados, mientras que la enseñanza escolar, en todos sus niveles, sigue relegada. Así, se profundiza una brecha ya observada años anteriores: muchos jóvenes llegan a la universidad sin las competencias básicas necesarias.

Comparado con América Latina, Chile figura en la parte alta de la tabla junto a Uruguay, pero “ser el mejor de los peores” no parece ser una buena meta. La región enfrenta una crisis de aprendizaje, y Chile no es la excepción. Persisten además las desigualdades, ya que el origen socio-económico sigue marcando el destino académico de miles de estudiantes.

El país necesita discutir con urgencia una política educativa con mayor equidad, que deje de priorizar a la educación superior por sobre la educación escolar, de lo contrario, seguiremos condenados a invertir mucho, pero aprender poco. Una educación que asegure aprendizajes de calidad es fundamental si queremos ser un modelo de desarrollo a nivel mundial.

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